Como seres temerosos del dolor y de la muerte muchos elegiríamos vivir en la más absoluta esclavitud antes que ser degollados, y de entre todas las maneras de morir nos quedaríamos con la de morir durmiendo o cualquier otra inocua expiración. En determinadas circunstancias, sin embargo, algunos seres humanos pueden volverse temerosos de la vida y eligen la muerte. El personaje del que quiero hablar no solo elige morir sino que elige cómo hacerlo. Y esta decisión, por otra parte improvisada, puede ser fácilmente olvidada por el telespectador o pasar desapercibida o no invitar a mayores reflexiones, pero la decisión de este personaje constituye un misterioso hoyo que podríamos denominar el Ombligo de toda la película.

Matarse uno mismo puede ser mucho más violento de lo que describe Michima en el relato Patriotismo. Puede ser innecesariamente violento, mal hecho, largo y aparatoso, como describen que fue el sepukku del mismo Michima. La alternativa perfecta para evitar violencia innecesaria es contar con un apoderado fiable que lleve a cabo la ejecución.

No vale cualquiera, tiene que ser tu amigo. Mejor: tu mejor amigo. Solo este se puede asegurar de que sufras lo mínimo. Este acto será sin duda una experiencia traumática para él o ella, una experiencia transformadora.

El cine.

Por suerte había una katana en la entrada del cine, ahí junto a la moto. Podría haber sido una katana de plástico, podría haber sido una moto de cartón. Pero no. Este es un cine especial, aunque desde fuera pueda parecer simplemente un cine que hace referencia a Metropolis de Fritz Lang, y aunque pueda parecer que la peli que van a proyectar se ha gastado lo suyo en crear expectación, se trata de un cine (sala o película o Cine) que pringa de vómito verde y lo pringa todo para convertirnos en sus miembros.

Los dos jóvenes (les llamaré Rubillo y Morenete) que aún no son protagonistas ni nada, son dos chavales de sexo masculino, heteros de esperma a flor de piel, y seguramente sobreperfumados. La imagen invita a imaginarlos sin servicio militar en su bagaje y como futuros oficinistas. Burgueses ordinarios. Sin embargo, cuando se dan cuenta de que hay demonios que al morderte te convierten en demonio, el pánico cunde y los personajes tienen que dejar de ser meros consumidores de película para convertirse en personajes davvero.

No pueden salir del cine porque el cine no los deja salir. Así que están obligados a actuar. Cada uno trae su bagaje o su flexibilidad o su mala suerte. Casi todos mala suerte y bagaje inútil. En esta situación de hostilidad extrema, el más preparado para salir de la fase de sorpresa y ponerse manos a la obra es el proxeneta, un tipo duro, alto, de fenotipo africanus, nacido en la oscuridad y crecido en la dificultad, acostumbrado a navegar el peligro. Contar con un hombre así entre nuestros corderitos, despierta simpatía porque es el único que tiene madera de héroe. Su pasta de tirano le convierte en la figura salvadora cuando azota el caos. Es como el militar de la película Cube (1997). ¿Quizá esta vez nuestro macho alfa puede llevar al grupo a la victoria?

No. El proxeneta muere a manos de los demonios.

El apoderado.

Luego la desgracia cae sobre uno de los dos jóvencitos, el de pelo oscuro. Nuestro amigo, Morenete, es mordido por un demonio, y entonces le vienen sudores, temblores, le cambia el color, en fin, una serie de síntomas que ya hemos visto unas cuantas veces en otras víctimas.

El cine está a punto de devorarlos a todos, no parece que haya ninguna forma de escapar y todas las esperanzas de salvación estaban puestas en el proxeneta ahora ya difunto. Pero si el mal viene del cine, enfrentarlo tiene que venir de ahí. Tienen que actuar o ser actuados. Es en ese momento cuando Morenete le cede la katana a su amigo el Rubillo y le pide que lo mate.

El rubillo que poco a poco ha ido convirtiéndose en el protagonista tiene que matar a su amigo, no cabe más remedio.

Y a este acto le sigue una transformación psicológica excepcional. A penas se ve emocionalmente afectado, ya habrá tiempo para llorar más tarde. Se monta en la moto y se pone a recorrer el cine dando sablazos a diestro y siniestro, mutilando a todo bicho que se le cruza, procurando cruzarse con todos, montando una carnicería de infierno, una auténtica masacre.

Porque el Rubillo vino sin bagaje, puro virgen e inocente, con la suficiente flexibilidad mental, y el hecho de matar al otro allí dentro le dio la oportunidad de dejarse poseer por el cine. La katana y la moto son los receptáculos ritualísticos definitivos y el Rubillo se convierte así en un personaje de acción y aventura.

Conclusiones.

El punto de inflexión ocurre cuando el Morenete decide ser matado por su amigo. Decide, por así decirlo, dirigir su propia muerte. Tener una muerte cinemática, aceptando jugar por las reglas. La decisión del joven de ser matado por su amigo, y con una katana, no solo tiene el cometido de evitar convertise en un bicho feo y peligroso, ni tampoco solamente tener una muerte poética y más digna, sino también darle la oportunidad al Rubillo de mancharse las manos de una violencia extrema, la oportunidad de transformarse.


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