aferrarse al aire

aferrarse al aire

Cruzando el puente suspendido por encima de la concurrida West Approach Road, me encontré con esta macabra escena en mi camino: un cuervo arrancando los restos de carne que quedaran entre estas alas.

El cuervo se asusta al verme venir, así que agarra con el pico el desnudo segmento que une un ala con la otra, y levanta vuelo para llevárselo. Sin embargo la carroña es demasiado pesada o aparatosa y tiene que soltarla en su huida, con tal suerte que cae sobre la baranda exterior del puente, quedando ahí en imposible equilibrio. Un ala sobre el pasamanos y la otra colgando hacia el interior del puente. El moderno diseño del puente deja un espacio considerable entre el suelo del mismo y la baranda, con lo que si si estas alas caían, habrían de efectuar su último aterrizaje irremediablemente en la carretera de allí abajo.

El viento mece el plumífero par con una obstinación traviesa pero este sigue colgando como si un milagro tozudo así lo quisiera. Era el infeliz objeto de un juego cruel entre fuerzas invisibles. Los coches iban y venían fugaces, ordenados, pegados al asfalto y totalmente ajenos a lo que se cernía sobre ellos. Me quedé unos instantes, sin saber que hacer, esperando allí a ver si se despegaba y acababa impactando contra algún parabrisas.

Y entonces caí en la cuenta de que aquella pieza no estaba del todo muerta, sino que, quizá por error, se encontraba surcando un eco de su vida, es decir que –si bien desprovisto de la majestuosidad de la que antes sin duda había gozado–, se estaba agarrando con triste tenacidad a un recuerdo de su existencia previa, reviviendo así, por última vez y en este mismo instante, la sensación de sostenerse en el aire.


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