unos días libre
Eso de que se puede viajar sin salir de casa es algo que muchos aprueban sin pensarlo dos veces, pero me consta que a la mínima oportunidad salen todos escopetados hacia el aeropuerto.
En mis tiempos de educación secundaria, internet no había aún llegado al pueblo ergo no existía. Lo que sí existía eran esas frases motivacionales o supuestamente ingeniosas de esas mismas que hoy se comparten y se propagan en las llamadas redes sociales, pero por entonces usaban soportes más físicos como lo son las paredes de los aseos y las carpetas y cuadernos de clase. Justo en la carpeta de un compañero de clase es donde recuerdo esa frase que por alguna razón he quedado retenida en mi memoria:
La forma más rápida de viajar es la droga, pero el billete te cuesta la vida.
Usaré esta frase como mojón en el terreno donde se concibe este texto, para saber cuándo me estoy acercando demasiado al pantanoso territorio de la cursilería.
Mis compañeros de trabajo siempre están viajando. En cuanto tienen vacaciones, se meten en un avión y se van a Lisboa a pasar dos días, y luego pasan por Sevilla para ver a unos amigos, y luego por Toulouse para hacer una visitilla a los suegros. Hay incluso quien se va al caribe a sentarse en una hamaca, dándole a las vacaciones el objetivo tácito de terreno de pruebas y preparación para una vida rancia de jubilado y vacío.
Tengo una semana de vacaciones.
Estoy ahora mismo inmerso en mi semana de vacaciones y aquí estoy dándole a las teclas, ¡viviendo a tope! Cuando vuelva al trabajo me preguntarán dónde he estado, y diré lo de siempre, que en ningún sitio. Je suis resté dans le coin.
No abogo por que los demás sigan mi ejemplo. La idea de quedarse en casa no es igual de agradable para todos. No es lo mismo un zulo húmedo maliluminado apestoso bajo las vías del tren y con cimientos en un cementerio primitivo, que un dúplex con jardín piscina mesa de billar y canasta de baloncesto.
Pero imaginemos un nido normalito, ni tan malo ni tan bueno. Tienes conexión a internet, tienes libros, una ventana por la que entra olor a kebab y dispones de un par de cojines extra que puedes tirar al suelo para que se sienten tus invitados. Vale, el sitio no está tan mal y podrías por tanto quedarte ahí durante tu semana de vacaciones, lo único malo es que es el mismo puto sitio de todos los días, y ahora que tienes vacaciones es el momento de experimentar algo diferente, ¿no? Hacer cosas diferentes, estar en lugares diferentes, conocer gente diferente porque estás hasta el coño de esos mismos dos invitados de siempre. Casi podríamos decir que las vacaciones consisten en jugar a —o coquetear con la idea de— ser alguien diferente.
Lo que yo digo es que se puede hacer todo eso sin irse muy lejos. No hay necesidad de enriquecer a las aerolíneas, ni de contribuir al turismo de otras regiones del mundo (y no hablemos ya de contaminación). Seguro que hay muchas cosas en tu ciudad o en el derredor inmediato que aún no conoces. Muchas oportunidades a la vuelta de la esquina.
Y sí, además de eso, tienes también las películas, los libros y todas esas formas de viajar, y aquí ya me detengo porque estoy en el terreno de la frase de la carpeta de mi camarada de clase en secundaria. Demos media vuelta.
No tiene nada que ver con el contexto actual de coronavirus. Me habría quedado en casa aunque no hubiera ningún virus, porque las vacaciones son también tiempo extra para poder trabajar en lo que me importa, para poder disfrutar de los días a mi manera, para terminar esos proyectos empezados, para poner un nuevo post en el blog, reflexionar, etc. Digo eso porque así lo creo, sin embargo habréis notado que unos párrafos más arriba dije “viviendo a tope” con nada simulada ironía para referirme a lo de estar aquí dándole a las teclas, lo cual indicaría que al final yo mismo, —a pesar de lo que parece que trato de decir en este texto— estoy de acuerdo en que quedarse en casa escribiendo NO es exactamente mi concepto de vivir la vida a tope. Precisamente me parece que esa búsqueda de sensaciones “fuertes” que supone la expresión de “vivir a tope” u otras similares como “aprovechar la vida al máximo”, es un falso ídolo. Estoy de acuerdo con arrojarnos de un puente de vez en cuando, pero basar la vida en la búsqueda de nuevos y cada vez más altos puentes de los que tirarse es un sendero triste y siniestro que supone quedarse con solo una pequeña cara de la poliédrica vida. Una droga que te puede costar la vida. Ay, he caído de nuevo en el fango de la cursilería.
Doy un pasito patrás.
Lo que quiero decir es que yo, en esta semana de vacaciones, me quedo en casa porque tengo muchas cosas que hacer aquí.