Dalamino

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Persecución sin salida

En toda persecución de coches un pesado y lento camión saldrá reculando de la perpendicular para bloquear el paso.

Y en toda persecución a pie, se cruzarán en el camino un par de trabajadores llevando con extremo cuidado un gran espejo o el cuadro de un artista engreído.

En mi película están todos los clichés de una persecución jolivudiense. Como el de perder la pista del perseguido en un oscuro cul-de-sac.

Año 1987. Arma en mano y camisa hawaiana abierta, persigo a alguien que no se deja ver. Se hace pasar por mí, lleva una máscara que es la foto de mi carnet de identidad, agrandada con la consecuente pérdida de nitidez.

Mi doppelgänger corre por el mercado con un culo respingón y andares de pato, veloz y torpe entre el gentío, tira cosas al suelo ante mi paso: cajas de fruta, el stand de discos de segunda mano, madres unidas a su carrito de bebé...

Un policía (el único que queda en la persecución), esquiva al bebé porque le recuerda al suyo, al que abandonó la semana pasada. Al esquivarlo se choca contra el puesto de fruta y explota.

Explota todo el mercado.

Corro hacia la cámara con los músculos en tensión mientras a mi espalda podéis ver la explosión que se desenvuelve como una flor gigante de la que salen tentáculos de lava en parábolas, trozos humanos y trozos de juguetes convertidos en proyectiles.

Mi doble dobla la esquina.

Es el callejón sin salida.

Hay un contenedor de basura, un mendigo muerto o dormido, y una pila de periódicos usados. Ni rastro de mi doble.

Escucho algo dentro del contenedor. Al abrirlo un gato magullado salta y sale corriendo, huyendo de su propia caca que lleva colgada del ano por culpa de un pelo largo de mujer rubia.

Algo me empuja entonces a mirar la fecha de edición de los periódicos: 30 diciembre 2099.

Entra música de tensión. El actor es malo, las bolas de sus ojos van a un lado y a otro muy rápido, da unos pasos para atrás, parece quedarse sin respiración y sin fuerza en las rodillas. El espectador debe entender que está sufriendo un ataque de pánico por haber malgastado años de su vida, muchos años, persiguiendo un espectro.

Despierto al mendigo "Rápido en qué año estamos?" Apesta a sudor y red bull. Tiene un ojo de cristal y un pin bandera de la Confederación Europea con el toro de osborne.

Carraspea y se ajusta una corbata imaginaria. La música de tensión se detiene para dejarlo hablar. "Lo que deberías preguntarte ahora", dice, "es ¿quién en verdad es menos libre? ¿el perseguidor o el perseguido?".

El actor vuelve a interpretar pánico e incredulidad, moviendo las pupilas y dando dos pasitos para atrás. La música de tensión no reanuda a pesar de que se la espera.

Quiero salir del callejón pero me doy cuenta de que estoy acorralado. La puerta que tiene un símbolo de peligro químico, es la única salida. La música de tensión no llega.