Dalamino

blog

Suspiros

Hay una edad en la que ir al cine no es tan mal plan para una primera cita. Estar juntos sin tener que hablar, empezar a meterse mano, besarse con lengua. A lo mejor incluso te toca las tetas, y tú le agarras el joystick. Pero admitamos que para las personas que ya hemos pasado los 30, la sala de cine no es el mejor escenario para una primera cita. Creo que estamos todos de acuerdo. Creo que él también estaría de acuerdo. Y sin embargo, fuimos al cine.

Era un remake y eso debería habernos hecho cuestionar la decisión de ir. La película parecía prometedora en cualquier caso. Además, hacía mal tiempo. No es bueno alargar una conversación por chat, las personas de mi edad tenemos prisa. Yo tengo la sensación de haber malgastado casi toda mi vida, y no quiero seguir haciéndolo. Él dice que también. Luego, no sé quién de los dos lanza la idea de ir a ver esta película, y como los dos tenemos prisa porque nos podemos morir en cualquier momento y no queremos perder la vida ultimando por chat los detalles de un primer encuentro físico, nos volvemos víctimas del hype ingeniado por el márketing de alguna productora de cine.

Una vez cara a cara, podríamos haber cambiado de plan en el último momento y podríamos (deberíamos) haber ido a tomar una copa. Pero es que, como digo, hacía mal tiempo. Llovía a cántaros. El cine era un refugio. Compramos las entradas.

Una nota de casi 7 en IMdb me parece excesivo. L'arnaque! Y además no puedo llevarme la película y tirarla a la chimenea de mi abuela, esto es algo que no puedo hacer. La película se queda en el cine cuando yo me voy. Normalmente, con leer la primera página de un libro, ya sé si está bien escrito o no, con diferentes grados de certitud. Algunos son tan malos que los calo en el primer párrafo, y cada nueva línea de lectura solo viene a confirmar la primera impresión y al cabo de dos páginas decido abortarlo, y entonces ocurre una de dos: bien dono el libro a mi amiga la artista que lo recicla haciendo collages y cosas así, bien lo guardo para cuando visito a mi abuela en el pueblo y con placer arranco un buen puñado de hojas cada mañana para encender la chimenea. Yo me siento mejor, como cobrando una deuda. O mejor, como pagando al deudor con un castigo.

Con las películas me lleva un poco más de tiempo formarme una impresión de su calidad. Pero con esta, sin embargo, en los primeros minutos vi su esencia insípida tras el presuntuoso trabajo de cámaras, y al cabo de las tres primeras escenas empecé a tener esta sensación de ¿qué broma es esto? Muy rápido me invadió la convicción de que salir de la sala era lo mejor que podía hacer. Pero él parecía bastante atento. Incluso soltó una risita ante una frase del personaje secundario.

Hay una edad en la que ir al cine no es mal plan para la primera cita. La persona está ahí a tu lado, pero en silencio, pasivo como una pagina de un libro de colorear. La persona es en cierto modo es más tuya que suya. Más tuya que real. Es una oportunidad de estar juntos sin tener que conocerse de verdad. Tú me dibujas, yo te dibujo. Ya habrá tiempo para dejar que cada uno se dibuje a sí mismo. Así es quizá como funcionaba cuando era más joven. Cuando el tiempo se movía con tanta jovialidad que apenas movía el aire, y casi no se le veía.

Intenté en vano quedarme dormida, pero me di cuenta de que estaba perdiendo lo que me quedaba del sábado. Que el lunes estaba a la vuelta de la esquina. Me dio ansiedad. Le dije que iba a mear. Me salí de la sala y fui hasta el hall principal me senté en un sofá con forma de bandeja de sushis gigantes. Una parte de mí sabe que lo que me haría más feliz sería estar con mi abuela. Otra parte de mí sabe que eso sería una felicidad temporal basada en la tranquilidad que da la "comfort zone", la tranquilidad que da la repetición de la familiaridad. Otra parte de mí se apoya en Nietzsche para afirmar que la felicidad se basa en la superación de obstáculos y que por tanto lo mejor sería volver a esa sala, enfrentarse a esa película, enfrentarse seguidamente a la conversación con ese desconocido, derribar las barreras de hielo entre nosotros, tocar su corazón, y hacerme con el control del joystick. Otra parte de mí sabe que derribar obstáculos todo el tiempo es un poco cansino y no lleva a ningún sitio excepto quizá al deseo de derribar un obstáculo más. Otra parte de mí está convencida de que la vida es demasiado pesada para gente como yo, y que lo mejor sería rendirse.

Saco el móvil y busco la película en internet para ver las puntuaciones que tiene. Veo que tiene un 7 en IMdb o en algún sitio de esos. ¿Es una broma? Sospecho una horda de opinadores a sueldo, saliendo por las ventanas del cuartel general de la productora de cine, como monos con alas de murciélago.

Vuelvo a la sala.

Voy a enfrentarme a esa película y a ese desconocido.

No paras de suspirar, me dice. Estoy bien, le digo.

Respiro hondo y en silencio, para relajarme, cuento los segundos durante la inspiración. Eins, zwei, drei, vier... Que se de cuenta de que tengo los ojos cerrados, me da igual. Mi abuela y yo nos encargamos de arrancar la película de la pantalla y la quemamos en la chimenea. Mientras arden con pena (porque el material no es muy inflamable) uno de los personajes repite a voces ¡Abandona todo meta-pensamiento! o algo por el estilo. Y una pobre llama azul va borrándole la cara de arriba abajo mientras su boca sigue repitiendo ¡Abandona todo meta-pensamiento! Creo que alguien de verdad dice eso en la película. El hombre del chat se ríe. Abro los ojos solo un poco, solo lo suficiente para echar un vistazo a los subtítulos. Son frases que encontré en algunos de esos libros quemados. Han vuelto para vengarse.

Hablamos solo un poco antes de decirnos adiós para siempre. Me explica alguna escena que me he perdido, porque cree que si la entiendo me gustará la película. Yo no digo casi nada, es él quien habla solo un poco antes de decirnos adiós para siempre. Yo retrocedo unos pasos y miro hacia otro lado. Me habla acerca de la supuestamente original trayectoria del director. Sus ojos brillan como si estuviera hipnotizado, un opinador a sueldo.