Juego de tronos II - إمارة غرﻧﺎﻃﺔ
El partido de extrema izquierda gana las elecciones de los Estados Unidos de América, y para dar ejemplo de neofilia, rebeldía-dentro-de-los-límites y multiculturalidad deciden que el primer líder que venga a visitarlos, sea nada más y nada menos que el emir del llamado Reino Nazarí de Granada, un Estado muy nuevo surgido de las cenizas de la balcanizada o no España, y que aún no ha sido ni siquiera aceptado como Estado por otros Estados del mundo Tierra. A este líder lanzan la primera invitación y este acepta y viene a verlos. Y se monta un show-tertulia que puede ver todo el mundo desde sus casas, en sus televisores o computers o cels o lo que sea y pueden hasta enviar mensajes y rezar para que sea displayed dos segundos abajito en la pantalla.
Porque esta vez el Juego de Tronos de mi sueño no se va a un mundo de seres fantásticos, ni a un pasado remoto, (nada que ver con mi sueño anterior), más bien es una especie de futuro muy próximo, o incluso un presente alternativo. Quizá por eso el sueño dura también bastante menos.
Un corbatillas del partido o de la prensa lanza la primera pregunta al líder/Sultán:
—Usted habla de un estado comunista natural para los granadinos. Usted ha dicho que los granadinos han sido víctimas literalmente raptadas por las regiones capitalistas del resto de España. Pero dígame ¿No es verdad que los granadinos fueron tan cómplices del desarrollo capitalista que enfermó a España como cualquier otra región?
Porque aclaremos aquí que el Reino Nazarí de Granada, (tcc Emirato / Sultanato de Granada) es una monarquía comunista. Es un Estado musulmán pero cool. No se necesita creer en el dios de los moros ni llevar chilaba para gozar de los derechos básicos de residente (al menos eso dicen las noticias), y además se ha convertido en poco tiempo en el silicon valley mediterráneo que da tembleque de piernas a Israel (así lo presentarán los titulares).
A la pregunta lanzada, el Sultán responde con hechos:
—Mire Usted, en la España que hemos conocido y que ya no existe, los vascos aportaron un 15% de la deriva capitalista, los ostroavos [sic] un 20%, los alemanes (?) un 17%, los granadinos representaron tan solo un 2%. Por tanto, decir que Granada fue tan cómplice como cualquier otra región me parece una barbaridad.
El espectador con mínimas luces se da cuenta de que los datos y la argumentación son sacados de un bazar chino, pero su rol pasivo le impide ahondar más en esa sospecha. Establecer un ropaje de lógica sólida a su intuición requiere actividades cognitivas demasiado aparatosas para un sofá tan ergonómico. Por suerte para el anónimo espectador-con-mínimas-luces, y de forma inesperada, no se le da la palabra en el debate al siguiente tertuliano sino que el mismo corbatillas vuelve a arremeter. El tipo ha cazado su derecho de volver a preguntar. No ha soltado el micrófono y no le han desconectado el sonido. ¿Un bug del directo o un sabotaje facha? Nunca se sabrá. Pero en cualquier caso no es tan grave, porque nadie quiere morir, nadie quiere salirse de lo rebelde-dentro-de-los-límites. El corbatillas insiste y pone palabras al feto de intuición del espectador-con-mínimas-luces:
—Pero permítame que insista, monsieur le Sultán. The facts are true, the news are fake. Usted simplemente habla de unos índices que son consecuencia directa del volumen poblacional de cada región. Usted quiere convencernos de que los granadinos son naturalmente comunistas, pero si la región de Granada no ha tenido tanto porcentaje de deriva capitalista, es porque no había tanta gente, y sobre todo no tanta población urbana. Simplemente eso. Esta región ha aportado en proporción, tanto como cualquier otra, y tanto más habría hecho de haber podido. No es más generoso quien más da, sino quien más da en proporción a lo que posée. No es más comunista quien más da. Y no es más capitalista quien más participa del sistema. Mi querido Sultán, usted habla de los granadinos como una raza naturalmente comunista, pero muchísimos de ellos estaban viviendo en regiones alemanas, vascas y ostroavas de España, aportando tanto o más que el resto a la deriva capitalista.
Demasiado bonito. Quizá está todo en el guión.
Fuera, en la calle, a las puertas de los estudios televisivos de la Casa Blanca o lo que sea, hay manifestaciones ciudadanas a favor y en contra del sultán. El espectador quiere pensar que habrá una reacción iracunda en la muchedumbre, algo que refleje y aumente la decepción que él siente con respecto a ese sultán supuestamente innovador, pacifista y liberador. Hay distintos grupos y cada uno lleva su consigna amarrada con un cántico simple y pegadizo. Hay un poco de todo. Hay colores para todos los gustos. Las cámaras se detienen sobre unos que cantan ¡Africa para los africanos!